Chile

Gustavo Ríos Padilla, Partner Cybersecurity Cybertrust Latam.

Principales desafíos para la minería en ciberseguridad

lunes 22 de julio del 2024.- La industria minera, como muchos otros sectores, se enfrenta a un creciente número de ciberataques cada año. Según un informe del Mining and Metals Information Sharing and Analysis Centre (MM-ISAC), las mineras experimentan un promedio de dos a tres incidentes de ciberseguridad por mes, lo que suma entre 24 y 36 incidentes anuales.

Este fenómeno se debe a que la industria minera ha experimentado una transformación digital significativa en las últimas décadas. Con la integración de tecnologías avanzadas como el Internet de las Cosas (IoT), la inteligencia artificial (IA) y el big data, las operaciones mineras se han vuelto más eficientes y seguras. Sin embargo, esta modernización también ha traído consigo un conjunto de desafíos críticos, siendo la ciberseguridad uno de los más apremiantes.

Hay cinco desafíos principales que enfrenta hoy la industria minera en torno a la ciberseguridad. En primer lugar, la convergencia de las tecnologías operativas (OT) y las tecnologías de la información (TI). La integración de ambas ha permitido a las mineras optimizar sus operaciones y mejorar la toma de decisiones en tiempo real. Sin embargo, esta integración también ha ampliado la superficie de ataque para los ciberdelincuentes. Las redes OT, que antes estaban aisladas, ahora están conectadas a sistemas TI más amplios, lo que las hace vulnerables a ataques que pueden tener consecuencias devastadoras, desde la interrupción de las operaciones hasta el robo de propiedad intelectual.

El segundo gran desafío es el ransomware. De acuerdo con estudios de Verizon, este tipo de ataque se ha convertido en una de las amenazas más significativas para la industria minera. En un sector donde el tiempo de inactividad puede costar millones de dólares por día, las mineras se encuentran bajo una presión inmensa para pagar los rescates y recuperar el control de sus sistemas. Este tipo de ataques no solo implica pérdidas económicas directas, sino que también puede dañar la reputación de la empresa y erosionar la confianza de los inversores y socios comerciales.

El tercer desafío es la gestión de proveedores y terceros. La industria minera depende en gran medida de una cadena de suministro global y de numerosos proveedores de servicios. Cada uno de estos socios representa un posible punto de entrada para los ciberdelincuentes. La gestión de la ciberseguridad en toda la cadena de suministro es compleja y requiere una vigilancia constante. Las brechas en la seguridad de un proveedor pueden tener un efecto dominó, afectando a múltiples partes de la operación minera.

En cuarto lugar, se encuentra la capacidad de respuesta. A pesar de los mejores esfuerzos en prevención, las empresas mineras deben aceptar que los incidentes de ciberseguridad son inevitables. La capacidad de respuesta rápida y eficaz a estos incidentes es crucial para minimizar el impacto. La implementación de planes de respuesta a incidentes, simulacros regulares y la colaboración con expertos en ciberseguridad pueden marcar la diferencia entre una interrupción menor y un desastre significativo.

Finalmente, uno de los mayores desafíos es fomentar una cultura de ciberseguridad dentro de las organizaciones. Esto implica educar a todos los empleados, desde el personal de campo hasta los ejecutivos, sobre las mejores prácticas de ciberseguridad y la importancia de su papel en la protección de la empresa. La ciberseguridad no debe ser vista como una responsabilidad exclusiva del departamento de TI, sino como una prioridad compartida por toda la organización.

En conclusión, la ciberseguridad representa uno de los desafíos más importantes y complejos para la industria minera en la era digital. Las mineras que inviertan en soluciones robustas, fomenten una cultura de seguridad y mantengan una vigilancia constante, estarán mejor posicionadas para enfrentar las amenazas y aprovechar las oportunidades que trae consigo la transformación digital. La clave está en reconocer que la ciberseguridad es un viaje continuo y no un destino final.


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